viernes, 18 de abril de 2008

El efecto Hoelvet

El efecto hoelvet

Era raro esperar en ese portal imponente, con Pilares de mas de diez metros, en una calle del casco colonial de la ciudad de Copiapó, la pregunta que me hacía era que cosa le podía haber pasado a Edwin Holvoet quien me había llamado casi instantáneamente luego de escribir un correo intentando que se comunicara conmigo. A Edwin lo conocí el año 1991 y su ímpetu emprendedor le llevó a crear empresas y negocios en Atacama y en el extranjero, de hecho prácticamente es el iniciador del boom agroexportador de Copiapó, sus productos son elementos indispensables para mejorar esos terrenos, productos Hoelvet son adquiridos por el gigante KODAC para el revelado de material fotográfico, es propietario del canal de señal abierta en Copiapó entre muchos negocios.

Al pasar a su despacho lo encuentro inmovilizado y me comenta que lo atacó el Guillén barré que no es un virus. Es básicamente una enfermedad autoinmune donde el cuerpo genera anticuerpos contra el virus que lo ataca, pero al mismo tiempo, genera anticuerpos contra la mielina, que es la sustancia que recubre los nervios y que hace que el impulso nervioso se transmita (como el aislante de un cable), estos anticuerpos dañan la conducción nerviosa y se genera parálisis. Seis meses en coma profundo, al despertar se encuentra con su cuerpo inmovilizado y solo puede abrir un ojo, meses después consigue abrir el otro ojo, pero escucha todo, escucha y siente, pero no puede expresarse, son meses en que no sabe en que posición se encuentra, no sabe donde queda una mano o su espalda.

Cuando puede mover su cabeza se hace entender para que le pongan un puntero laser en la frente y poder apuntar a un abecedario y poder comunicarse. Vuelve a la vida y al cabo de un año puede hablar, los médicos escuchan los relatos del dolor que sufría en su estado y no podía comunicarse, el psiquiatra lo encuentra muy bien y frente a este personaje le pide “que se deprima” que le puede hacer bien, nada detiene a Holvoet en su retorno, ahí está para explicarnos que no hay que victimizarse, que hay que respetar la tierra, que hay muchas cosas para crear con respeto y me comenta que ahora cuando esté pleno físicamente quiere aportar en la política, él se declara agradecido de la vida y lo que le ha sucedido es una mínima compensación que le corresponde por lo bien que lo ha tratado la vida, salgo a la calle y retorno al valle de Aconcagua con una energía que definitivamente es el Efecto Hoelvet.

Fernando Orellana

2ª carta de Fernando Peña a D·Elia


Esta es la segunda carta del artista Uruguayo fernando Peña a un dirigente del Partido Justicialista....aquí va
sin desperdicio...
Luis D´Elía, mucho gusto.
Otra vez soy yo, Fernando Peña. No me presento porque ya me conocés y te
encargás de presentarme solo: que me odiás porque vivo en San Isidro, porque soy puto,
porque mi vida es así y asá.
Por suerte no estoy solo en tu odio: odiás a toda la gente que vos considerás -quisiera
saber por qué- 'privilegiada', 'garca', 'oligarca' y en general,
cualquiera de la clase media para arriba, es merecedora de tu odio. Inclusive distinguís
por el color de la piel. Por suerte soy pelado y castaño, si fuera rubio de ojos celestes
sería más merecedor de odio todavía.
Yo quería pedirte perdón. Perdón por no ser como vos. No todos podemos ganar $ 13.500
mensuales sin trabajar, como vos. No todos tenemos chofer (tres choferes, si no me
informaron mal), no todos tenemos 2 autos a nuestra disposición, no todos podemos
romper una comisaría y que ni siquiera un fiscal te cite a declarar porque tiene
miedo. Tampoco todos tenemos la suerte que tenés vos de manejar cientos de planes
sociales para manipular a los pobres, de tener viáticos por $ 100.000 al mes, de tener
fondos para 'comunicación social' por $ 38.000 al mes. No todos manejamos gastos de
protocolo por $ 30.000 al mes.
No todos podemos pegarle a un ciudadano en la calle, cobardemente por la espalda
(eso es de putos, te aviso), y al día siguiente estar sentado en el palco con la
Presidenta, como ejemplo de ciudadano y civismo.
Ojalá pudiéramos, así seríamos como vos y no nos odiarías.
Perdón por ser diferente a vos. Es que algunos tenemos que trabajar ¿sabés?
Vos pensá esto: la plata que ganás por mes sin trabajar, proviene de alguien que
trabaja y paga los impuestos.
De un maestro, de un laburante, de un 'garca', de un puto, de un pibe
que vive en Barrio Norte, de un chacarero que vive en Santa Fe, de un
kiosquero de Gonzalez Catán, y de mí, que laburo en una radio y pago mis impuestos.
Por eso te pido que no me odies ni me quieras matar (¿te acordás cuando
dijiste que 'los mataría a todos'?) porque si nos matás, ¿de dónde va a salir la plata
que cobrás por mes? ¿Cómo te vas a mantener? ¿Con qué te vas a comprar las propiedades
que estás amasando? ¿Quién te va a dar laburo? ¿Cómo vas a pagarte los pasajes
aéreos para saludar a Chávez y a Evo y al presidente de Irán, al que defendés?
Pensalo. Matar al que te da de comer no es buen negocio.
Te saludo,
Fernando Peña

viernes, 4 de abril de 2008

NECESITAMOS LA REGION XVI AHORA…

……A PONERNOS EN MOVIMIENTO….

Esta no es un imperativo cualquiera, a mediados del año pasado, “Semanario Impacto” le consultaba a la Presidenta Bachelet acerca de la posibilidad de construir nuevas regiones, ella manifestó que era una tarea difícil…nosotros agregábamos…pero no imposible.

Los poderes fácticos existen en todos los lugares, en la región de Valparaíso estos se manifiestan en el poderío que otrora y aún mantienen las personas vinculadas al transporte marítimo, las empresas de seguros y todos aquellos servicios que requiere la actividad portuaria, es más, se ha construido el camino más caro de Chile, algo así como 160 millones de dólares para hacer un by pass para dejar libre los terrenos a orillas del puerto dejando a la EMPORCHI convertido prácticamente en una inmobiliaria, a costa de de todo el resto de la región.

Se ha declarado a Valparaíso patrimonio de la humanidad y aún así, los recursos de todos los Chilenos concurren como un desfile si fin hacia el puerto y su hermana, Viña del Mar. El centralismo crónico que tenemos en el país, incorpora vicios que general tremendas desigualdades, concentrando los recursos de manera abusiva y por cierto esto tiene impacto en la redistribución.

Las autoridades de las comunas del interior, se asemejan a los Moais de Isla de Pascua, solo que estas miran hacia Valparaíso, todos vemos de las comunas cercanas solo “la espalda”, nunca nos vemos las caras, triste destino de estos lugares que dependen de las demandas de las ciudades nombradas, lo que sobra se reparte en más de treinta comunas y estas miran siempre hacia el puerto.

El chantaje a que sometieron a la Presidenta por las chambonadas del Transantiago, obligaron a disponer de recursos frescos para las regiones del país, la consulta que es pertinente realizar es acerca de cómo estos recursos han podido llegar a los habitantes del “interior”, es el momento de exigir UNA NUEVA REGION PARA CHILE, basta de mirar si de la mesa de Valparaíso caen migajas para las otras 30 comunas.

Es hora que Quillota sea la “puerta de entrada” a la nueva región y no la entrada a Valparaíso.

FERNANDO ORELLANA

miércoles, 2 de abril de 2008

CARTA A LA PRESIDENTA......DE ARGENTINA

Fernando Peña es un actor muy reconocido en Argentina, él es Uruguayo y le ha escrito lo siguiente a la Presidenta Cristina Kitchner:




Cristina (Fernández), mucho gusto. Mi nombre es Fernando Peña, soy actor, tengo 45 años y soy uruguayo. Peco de inocente si pienso que usted no me conoce, pero como realmente no lo sé, porque no me cabe duda que debe estar muy ocupada últimamente trabajando para que este país salga adelante, cometo la formalidad de presentarme.

Siempre pienso lo difícil que debe ser manejar un país... Yo seguramente trabajo menos de la mitad que usted y a veces me encuentro aturdido por el estrés y los problemas. Tengo un puñado de empleados, todos me facturan y yo pago IVA, le aclaro por las dudas, y eso a veces no me deja dormir porque ellos están a mi cargo. ¡Me imagino usted! Tantos millones de personas a su cargo, ¡qué lío, qué hastío! La verdad es que no me gustaría estar en sus zapatos. Aunque le confieso que me encanta travestirme, amo los tacos y algunos de sus zapatos son hermosísimos. La felicito por su gusto al vestirse.

Mi vida transcurre de una manera bastante normal: trabajo en una radio de siete a diez de la mañana, después generalmente duermo hasta la una y almuerzo en mi casa. Tengo una empleada llamada María, que está conmigo hace quince años y me cocina casero y riquísimo, aunque veces por cuestiones laborales almuerzo afuera. Algunos días se me hacen más pesados porque tengo notas gráficas o televisivas o ensayos, pruebas de ropa, estudio el guión o preparo el programa para el día siguiente, pero por lo general no tengo una vida demasiado agitada.

Mi celular suena mucho menos que el suyo, y todavía por suerte tengo uno solo. Pero le quiero contar algo que ocurrió el miércoles pasado. Es que desde entonces mi celular no deja de sonar: Telefe, Canal 13, Canal 26, diarios, revistas, Télam… De pronto todos quieren hablar conmigo. Siempre quieren hablar conmigo cuando soy nota, y soy nota cuando me pasa algo feo, algo malo. Cuando estoy por estrenar una obra de teatro –mañana (por este domingo), por ejemplo– nadie llama. Para eso nadie llama. Llaman cuando estoy por morirme, cuando hago algún “escándalo” o, en este caso, cuando fui palangana para los vómitos de Luis D’Elía. Es que D’Elía se siente mal. Se siente mal porque no es coherente, se siente mal porque no tiene paz. Alguien que verbaliza que quiere matar a todos los blancos, a todos los rubios, a todos los que viven donde él no vive, a todos lo que tienen plata, no puede tener paz, o tiene la paz de Josef Mengele.

Le cuento que todo empezó cuando llamé a la casa de D’Elía el miércoles porque quería hablar tranquilo con él por los episodios del martes: el golpe que le pegó a un señor en la plaza. Me atendió su hijo, aparentemente Luis no estaba. Le pregunté sencillamente qué le había parecido lo que pasó. Balbuceó cosas sin contenido ni compromiso y cortó.

Al día siguiente insistí, ya que me parecía justo que se descargara el propio Luis. Me saludó con un “¿qué hacés, sorete?” y empezó a descomponerse y a vomitar, pobre Luis, no paraba de vomitar. ¡Vomitó tanto que pensé que se iba a morir! Estaba realmente muy mal, muy descompuesto. Le quise recordar el día en el que en el cine Metro, cuando Jorge Lanata presentó su película Deuda, él me quiso dar la mano y fui yo quien se negó. Me negué, Cristina, porque yo no le doy la mano a gente que no está bien parada, no es mi estilo. Para mí, no estar bien parado es no ser consecuente, no ser fiel.

Acepto contradicciones, acepto enojos, peleas, puteadas, pero no tolero a las personas que se cruzan de vereda por algunos pesos. No comparto las ganas de matar. El odio profundo y arraigado tampoco. Las ganas de desunir, de embarullar y de confundir a la gente tampoco. Cuando me cortó diciéndome: “Chau, querido…”, enseguida empezaron los llamados, primero de mis amigos que me advertían que me iban a mandar a matar, que yo estaba loco, que cómo me iba a meter con ese tipo que está tan cerca de los Kirchner, que D’Elía tiene muuuucho poder, que es tremendamente peligroso. Entonces, por las dudas, hablé con mi abogado. ¡Mi abogado me contestó que no había nada que hacer porque el jefe de D’Elía es el ministro del Interior (Florencio Randazzo)! Entonces sentí un poco de miedo. ¿Es así Cristina? Tranquilíceme y dígame que no, que Luis no trabaja para usted o para algún ministro. Pero, aún siendo así, mi miedo no es que D’Elía me mate, Cristina; mi miedo se basa en que lo anterior sea verdad. ¿Puede ser verdad que este hombre esté empleado para reprimir y contramarchar? ¿Para patotear? ¿Puede ser verdad? Ese es mi verdadero miedo. De todos modos lo dudo.

Yo soy actor, no político ni periodista, y a veces, aunque no parezca, soy bastante ingenuo y estoy bastante desinformado. Toda la gente que me rodea, incluidos mis oyentes, que no son pocos, me dicen que sí, que es así. Eso me aterra. Vivir en un país de locos, de incoherentes, de patoteros. Me aterra estar en manos de retorcidos maquiavélicos que callan a los que opinamos diferente. Me aterra el subdesarrollo intelectual, el manejo sucio, la falta de democracia, eso me aterra Cristina. De todos modos, le repito, lo dudo.

Pero por las dudas le pido que tenga usted mucho cuidado con este señor que odia a los que tienen plata, a los que tienen auto, a los blancos, a los que viven en zona norte. Cuídese usted también, le pido por favor, usted tiene plata, es blanca, tiene auto y vive en Olivos. A ver si este señor cambia de idea, como es su costumbre, y se le viene encima. Yo que usted me alejaría de él, no lo tendría sentado atrás en sus actos, ni me reuniría tan seguido con él.

De todas maneras, usted sabe lo que hace, no tengo dudas. No pierdo las esperanzas, quiero creer que vivo en un país serio, donde se respeta al ciudadano y no se lo corre con otros ciudadanos a sueldo; quiero creer que el dinero se está usando bien, que lo del campo se va a solucionar, que podré volver a ir a Córdoba, a Entre Ríos, a cualquier provincia en auto, en avión, a mi país, el Uruguay… por tierra algún día también.

Quiero creer que pronto la Argentina, además de los cuatro climas, Juan Manuel Fangio, Diego Maradona y Carlos Monzón, va a ser una tierra fértil, el granero del mundo que alguna vez supo ser, que funcionará todo como corresponde, que se podrá sacar un DNI y un pasaporte en menos de un mes, que tendremos una policía seria y responsable, que habrá educación, salud, piripipí piripipí piripipí, y todo lo que usted ya sabe que necesita un país serio.

No me cabe duda de que usted lo logrará. También quiero creer que la gente, incluso mis oyentes, hablan pavadas y que Luis D’Elía es un señor apasionado, sanguíneo, al que a veces, como dijo en C5N, se le suelta la cadena. Esa nota la vio, ¿no? Quiero creer, Cristina, que Luis es solamente un loco lindo que a veces se va de boca como todos. Quiero creer que es tan justiciero que en su afán por imponer justicia social se desborda y se desboca. Quiero creer que nunca va a matar a alguien y que es un buen hombre. Quiero creer que ni usted ni nadie le pagan un centavo. Quiero creer que usted le perdona todo porque le tiene estima. Quiero creer que somos latinos y por eso un tanto irreverentes, a veces también agresivos y autoritarios. Quiero creer que D’Elía no me odia y que, la próxima vez que me lo cruce en un cine o donde sea, me haya demostrado que es un hombre coherente, trabajador decente con sueldo en blanco y buenas intenciones.

Cuando todo eso suceda, le daré la mano a D’Elía y gritaré: “Viva Cristina”… Cuántas ganas tengo de que todo eso suceda. ¿Estaré pecando de inocente e ingenuo otra vez? Espero que no.

La saluda cordialmente,

Fernando Peña